sábado, mayo 31, 2008

Condenan legisladores las actividades del español Solá en nombre de México

El gobierno espurio no tiene empacho en ofertar ilegalmente las industrias estrategicas del pais, hay que preguntar tambien quien sera el extranjero que a nombre del espurio anda ofertando las otras industrias, entre ellas la electrica.
En mi opinion esto es una doble traicion, primera por estar vendiendo a extranjeros industrias tan importantes como la energetica, segunda que sea un extranjero el que lo esta haciendo.

Tal proceder no debería sorprendernos de un gobierno usurpador, dice diputado del PT

“Todo esto forma parte de un sistema de corrupción y de tráfico de influencias” señala perredista

Senadores y diputados de PRD, PRI, PT, Alternativa y Convergencia advirtieron que la cancillería y la embajada de México en España deben dar una explicación puntual sobre las actividades del español Antonio Solá, quien promociona inversión extranjera en la industria petrolera, pese a que el Congreso no ha aprobado las modificaciones legales que permitirían la entrada de capitales foráneos en el sector energético.

Exigieron a Felipe Calderón una explicación de por qué Solá actúa como promotor del gobierno, pero ante todo una postura oficial en torno a por qué el español maneja información privilegiada.

Calderón sigue los pasos de Vicente Fox, de ofrecer fuera del país negocios con el petróleo, aunque ello está prohibido en la Constitución, coincidieron los senadores Arturo Núñez y Pablo Gómez. Ambos resaltaron la falta de respeto al Congreso de la Unión, que en estos momentos analiza las cinco iniciativas calderonistas que proponen la apertura de Pemex al capital privado.

Plantear que “es casi segura la apertura de los energéticos” es considerar un simple trámite burocrático lo que es una decisión trascendente del Congreso y de la sociedad mexicanos, recalcó Nuñez.

Deploraron que el promotor de las inversiones españolas en la industria petrolera mexicana sea alguien como Solá, el autor de la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador durante la campaña electoral de 2006.

Además, “es condenable que utilice ese tipo de gente para promover lo que soberanamente no decide todavía el país”, agregó Nuñez, mientras Gómez dijo que es obvio que el publicista de Calderón “anda de embajador de México en España”, ya que en el gobierno federal se actúa como si la función pública fuera una actividad “de grupo, de pandilla”.

La diputada perredista Mónica Fernández consideró que “es terriblemente denigrante” para el país que un personaje oscuro, como Solá “ofrezca al mejor postor las riquezas y los intereses de México”. Todo ello, insistió, forma parte de un sistema de corrupción y de tráfico de influencias, para beneficiar a socios y amigos.

Su compañero de bancada, Alfonso Suárez del Real, dijo que Solá no tiene ética, ya que considera la Constitución mexicana “un producto de segunda” y está utilizando de manera dolosa información privilegiada, con la autorización de Calderón.

El perredista se preguntó si las acciones de Solá son indicativas de que a pesar del rechazo popular a una reforma inconstitucional como la energética, el gobierno pretende aprobarla por la fuerza.

Por su parte, José Manuel del Río Virgen, diputado por Convergencia reprochó a Calderón haber otorgado a Solá prerrogativas para promover los intereses y sectores estratégicos de México. “Nadie puede comprometer el futuro del país y mucho menos puede asegurar que habrá reforma energética”.

Para la coordinadora de Alternativa en San Lázaro, Marina Arvizu, el gobierno debe ser muy cuidadoso, pues “ya tuvimos un desastre con el caso Mouriño; no debe aventurarse la administración federal a emitir juicios que den por hecho la aprobación de la reforma energética”.

Para Silvano Garay, diputado del PT, es paradójico “que un gobierno usurpador como el de Calderón no recurra a la ley ni a las instancias oficiales para tratar de salvar del naufragio su barco. Sería ingenuo pensar que así lo haría y, por tanto, recurre a hechos y situaciones como en la que ahora se ve involucrado el publicista Solá, que están fuera de la ley. Tanta irresponsabilidad no debería sorprendernos”.

jueves, mayo 29, 2008

Totalitarismo al revés

Tomado de Rebelion.org
Una nueva manera de comprender como controlan en EE.UU.

Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

No es nada nuevo que EE.UU. pasa por enormes dificultades. La guerra preventiva que lanzó contra Iraq hace más de cinco años fue y sigue siendo un error de proporciones monumentales – que la mayoría de los estadounidenses todavía no logra reconocer. En lugar de hacerlo, discuten si EE.UU. debiera seguir hasta la “victoria” cuando incluso nuestros propios generales nos dicen que una victoria militar es inconcebible. La economía de EE.UU. ha sido vaciada por excesivos gastos militares durante muchas décadas, mientras sus competidores se dedicaron a hacer inversiones en nuevas industrias lucrativas que sirven necesidades civiles. Nuestro sistema político de equilibrio de poderes ha sido virtualmente destruido por el amiguismo y la corrupción crónicos en Washington D.C., y por un presidente que durante dos períodos anda por ahí chillando “Yo soy el que decide,” un concepto fundamentalmente hostil a nuestro sistema constitucional. Hemos permitido que nuestro sistema electoral, la única institución no negociable en una democracia, sea envilecido y secuestrado, como sucedió con la elección presidencial del 2000 en Florida – con apenas alguna protesta del público o los autoproclamados guardianes periodísticos del “Cuarto Poder.” Ahora nos involucramos en la tortura de prisioneros indefensos aunque denigra y desmoraliza a nuestras fuerzas armadas y agencias de inteligencia.

El problema es que hay demasiadas cosas que van mal al mismo tiempo como para que alguien tenga una visión amplia del desastre que ha triunfado sobre nosotros y qué, si algo, se puede hacer para devolver a nuestro país al gobierno constitucional y por lo menos a un cierto grado de democracia. Ahora hay cientos de libros sobre aspectos particulares de nuestra situación – las guerras en Iraq y Afganistán, los presupuestos inflados y no controlados de “defensa”, la presidencia imperial y su desdén por nuestras libertades cívicas, la privatización generalizada de funciones tradicionales del gobierno, y un sistema político en el que ningún dirigente se atreve siquiera a pronunciar en público las palabras imperialismo y militarismo.

Hay, sin embargo, unos pocos intentos de realizar análisis más complejos de cómo EE.UU. llegó a un estado tan lamentable. Incluyen “La doctrina del shock” de Naomi Klein, sobre como el poder económico “privado” es ahora casi equivalente al poder político legítimo; “Broken Government: How Republican Rule Destroyed the Legislative, Executive, and Judicial Branches” de John W. Dean, sobre la perversión de nuestras principales defensas contra la dictadura y la tiranía, “Right Is Wrong: How the Lunatic Fringe Hijacked America, Shredded the Constitution, and Made Us All Less Safe” de Arianna Huffington, sobre la manipulación del miedo en nuestra vida política y el rol primordial jugado por los medios; y “The End of America: Letter of Warning to a Young Patriot” de Naomi Wolf, sobre diez pasos hacia el fascismo y donde nos encontramos actualmente en esa escalinata. Mi propio libro: “Nemesis: The Last Days of the American Republic,” sobre el militarismo como acompañamiento ineluctable del imperialismo, también pertenece a este género.

Ahora tenemos un nuevo diagnóstico exhaustivo de nuestros defectos como forma democrática de gobierno por uno de los más experimentados y respetados filósofos políticos de EE.UU. Durante más de dos generaciones, Sheldon Wolin enseñó la historia de la filosofía política desde Platón al presente a estudiantes de postgrado de Berkeley y Princeton (incluyéndome a mí; participé en sus seminarios en Berkeley a fines de los años cincuenta, lo que influyó desde entonces en mi enfoque de las ciencias políticas). Es autor del galardonado clásico “Politics and Vision” (1960; edición expandida, 2006) y de “Tocqueville Between Two Worlds” (2001), entre numerosas otras obras.

Su nuevo libro: “Democracy Incorporated: Managed Democracy and the Specter of Inverted Totalitarianism [Democracia incorporada: La democracia dirigida y el fantasma del totalitarismo al revés], es una crítica devastadora del gobierno contemporáneo de EE.UU. – incluyendo lo que ha sucedido en los últimos años y lo que hay que hacer si no ha de desaparecer en la historia junto con sus predecesores totalitarios clásicos: Italia fascista, Alemania nazi y Rusia bolchevique. Ya es muy tarde, y es remota la posibilidad de que el pueblo estadounidense pueda prestar atención a lo que está mal y adopte los difíciles pasos necesarios para evitar un ocaso de los dioses, pero el de Wolin es el mejor análisis del porqué la elección presidencial de 2008 probablemente no haga nada por mitigar la suerte de EE.UU. Este libro demuestra el motivo por el cual las ciencias políticas, practicadas de modo adecuado, son la ciencia social maestra.

La obra de Wolin es perfectamente accesible. La comprensión de su argumento no depende de la posesión de algún conocimiento especializado, pero a pesar de todo sería atinado leerle de modo intermitente y pensar en lo que dice antes de seguir adelante. Su análisis de la crisis contemporánea de EE.UU. se basa en una perspectiva histórica que vuelve al acuerdo constitucional original de 1789 e incluye una atención particular a los niveles avanzados de democracia social logrados durante el Nuevo Trato y a la mitología contemporánea de que EE.UU., desde durante la Segunda Guerra Mundial, maneja un poder mundial sin precedente.

Ante ese telón de fondo histórico, Wolin introduce tres conceptos nuevos para ayudar a analizar lo que hemos perdido como nación. Su idea maestra es el “totalitarismo al revés,” reforzada por dos nociones subordinadas que la acompañan e impulsan – “democracia guiada” y “Súperpotencia,” esta última siempre en mayúscula y utilizada sin un artículo definitivo. Hasta que el lector se acostumbre a este tic literario particular, el término Súperpotencia puede confundir. El autor lo utiliza como si fuera un agente independiente, comparable con Superman u Hombre Araña, inherentemente incompatible con el gobierno constitucional y la democracia.

Wolin escribe: “Nuestra tesis es la siguiente: es posible que una forma de totalitarismo, diferente del clásico, se desarrolle de una ‘democracia’ supuestamente ‘fuerte’ en lugar de ‘fracasada.’” Su idea de la democracia es clásica, pero también populista, anti-elitista y sólo ligeramente representada en la Constitución de EE.UU. “Democracia,” escribe, “tiene que ver con las condiciones que posibilitan que la gente de a pie mejore su vida convirtiéndose en entes políticos y haga que el poder sea sensible a sus esperanzas y necesidades.” Depende de la existencia de un demo – “una ciudadanía políticamente involucrada y habilitada, que ha votado, deliberado, y ocupado todas las ramas de los cargos públicos.” Wolin argumenta que en la medida en que ocasionalmente EE.UU. llegó a estar cerca de ser una genuina democracia, fue porque sus ciudadanos lucharon contra, y momentáneamente derrotaron, el elitismo incluido en su Constitución.

“Ningún trabajador u agricultor o comerciante normal,” destaca Wolin, “ayudó a escribir la Constitución. “Argumenta: “El sistema político estadounidense no nació como democracia, sino nació con una predisposición contra la democracia. Fue construido por gentes que, eran escépticas u hostiles hacia la democracia. El progreso democrático resultó ser lento, arduo, eternamente incompleto. La república existió durante tres cuartos de un siglo antes de que se terminara la esclavitud formal; otros cien años antes de que los estadounidenses negros recibieran sus derechos a voto. Las mujeres obtuvieron garantías de su derecho a voto y los sindicatos el derecho a la negociación colectiva recién en el Siglo XX. En ninguno de estos casos la victoria ha sido completa: las mujeres todavía carecen de igualdad completa, el racismo persiste, y la destrucción de los residuos de los sindicatos sigue siendo un objetivo de las estrategias corporativas. Lejos de ser innata, la democracia en EE.UU. ha ido a contracorriente, contra las formas mismas mediante las cuales el poder político y económico del país ha sido y sigue siendo ordenado.” Wolin no tiene problemas para controlar su entusiasmo por James Madison, el autor primario de la Constitución, y ve el Nuevo Trato como probablemente el único período de la historia estadounidense en el que prevaleció un gobierno por un demo genuino.

Para reducir un argumento complejo a su esencia misma, desde la Depresión, las fuerzas gemelas de la democracia dirigida y de Súperpotencia han allanado el camino para algo nuevo bajo el sol: el “totalitarismo al revés,” una forma que es en todo igual de totalista como la versión clásica pero que se basa en la cooptación interiorizada, la apariencia de libertad, la desconexión política en lugar de la movilización de masas, y que se basa más en los “medios privados” que en agencias públicas para diseminar propaganda que refuerza la versión oficial de los eventos. Es al revés porque no requiere el uso de coerción, poder policial y una ideología mesiánica como las versiones nazi, fascista y estalinista (aunque hay que señalar que EE.UU. tiene el mayor porcentaje de ciudadanos en prisiones – 751 por cada 100.000 personas – de cualquiera nación de la Tierra). Según Wolin, el totalitarismo al revés ha “emergido imperceptiblemente, sin haber sido premeditado, y en una continuidad aparentemente intacta con las tradiciones políticas de la nación.”

Lo genial en nuestro sistema totalitario al revés “reside en esgrimir un poder total sin que parezca que está sucediendo, sin establecer campos de concentración, o imponer una uniformidad ideológica, o reprimir por la fuerza a elementos disidentes, mientras sigan siendo ineficaces. Una degradación en la condición y estatura del ‘pueblo soberano’ a sujetos pacientes es sintomático del cambio sistémico, de la democracia como método de ‘popularizar’ el poder a democracia como marca de un producto negociable en casa y negociable en el extranjero. El nuevo sistema, el totalitarismo al revés, profesa lo contrario de lo que es, en los hechos. EE.UU. se ha convertido en el escaparate de cómo la democracia puede ser guiada sin que parezca que está siendo reprimida.”

Entre los factores que han impulsado el totalitarismo al revés están la práctica y la psicología de la publicidad y el dominio de las “fuerzas de mercado” en muchos otros contextos que los mercados, adelantos tecnológicos continuos que alientan fantasías complejas (juegos de computadora, avatares virtuales, viaje espacial), la penetración de de los medios de masas de comunicación y propaganda a cada hogar del país, y la cooptación total de las universidades. Entre las fábulas comunes de nuestra sociedad están la adoración del héroe y los cuentos de hazañas individuales, juventud eterna, belleza mediante la cirugía, la acción medida en nanosegundos, y una cultura cargada de sueños de control y posibilidad en expansión permanente, cuyos adeptos tienden a fantasías porque la mayoría posee imaginación pero poco conocimiento científico. Los amos de este mundo son los amos de las imágenes y de su manipulación. Wolin nos recuerda que la imagen de Adolf Hitler volando a Nuremberg en 1934 que abre la cinta clásica de Leni Riefenstahl “El triunfo de la voluntad” fue repetida el 1 de mayo de 2003, con el pretendido aterrizaje del presidente George Bush en un avión de guerra de la Armada sobre la cubierta del portaaviones USS Abraham Lincoln para proclamar “Misión cumplida” en Iraq.

Sobre los campus universitarios “auto-pacificados” del totalitarismo al revés en comparación con la algarada intelectual usual que rodea a los centros independientes de estudio, Wolin escribe: “Mediante una combinación de contratos gubernamentales, fondos provenientes de corporaciones y fundaciones, proyectos conjuntos que involucran a investigadores universitarios y corporativos, y donantes individuales acaudalados, las universidades (especialmente las así llamadas universidades de investigación), intelectuales, expertos e investigadores han sido perfectamente integrados al sistema. Sin quema de libros, sin Einsteins exiliados. Por primera vez en la historia de la educación superior estadounidenses, profesores sobresalientes son enriquecidos por el sistema, recibiendo salarios y beneficios que podría envidiar un alto ejecutivo en ciernes.”

Los principales sectores sociales que impulsan y refuerzan este Shangri-La moderno son el poder corporativo, que está a cargo de la democracia guiada, y el complejo militar-industrial, que está cargo de Súperpotencia. Los principales objetivos de la democracia guiada son aumentar los beneficios de las grandes corporaciones, desmantelar las instituciones de la democracia social (Seguridad Social, sindicatos, asistencia social, servicios de salud pública, viviendas sociales, etc.), y hacer retroceder los ideales sociales y políticos del Nuevo Trato. Su instrumento primordial es la privatización. La democracia guiada apunta a la “abdicación selectiva de la responsabilidad gubernamental por el bienestar de la ciudadanía” bajo la cobertura de mejorar la “eficiencia” y reducir los gastos.

Wolin argumenta: “La privatización de servicios y funciones públicos manifiesta la permanente evolución del poder corporativo hacia una forma política, hacia su conversión en un socio integral, incluso dominante, del Estado. Marca la transformación de la política de EE.UU. y de su cultura política de ser un sistema en el que las prácticas y valores democráticos fueron, si no los elementos definidores, por lo menos los que han contribuido de manera importante, a otro en el que lo que queda de los elementos democráticos del Estado y de sus programas populistas es sistemáticamente desmantelado.” Esta campaña ha tenido en gran parte éxito. “La democracia representaba un desafío al status quo, hoy en día se ha ajustado al status quo.”

Otra tarea subordinada de la democracia guiada es mantener a la ciudadanía preocupada de condiciones periféricas y / o privadas de la vida humana para que no se concentre en la corrupción y el abandono generalizados de la confianza pública. En boca de Wolin: “El punto clave relacionado con las disputas sobre tópicos como el valor de la abstinencia sexual, el papel de las obras benéficas religiosas en las actividades financiadas por el Estado, el tema de los matrimonios gay, y cosas semejantes, es que no son puestas sobre el tapete para ser resueltas. Su función política es dividir a la ciudadanía mientras bloquean la visión sobre las diferencias de clase y distraen la atención de los votantes de los problemas sociales y económicos de la población en general.” Destacados ejemplos del uso de semejantes incidentes por la elite para dividir y excitar al público son el caso Terri Schiavo de 2005, en el que una mujer en estado vegetativo irreversible fue mantenida artificialmente en vida, y, en 2008, el de mujeres y niños que vivían en una comuna polígama en Texas y que fueron supuestamente abusados sexualmente.

Otra táctica de democracia guiada de la elite es aburrir al electorado a tal punto que gradualmente deja de prestar atención a la política. Wolin percibe: “Un método de asegurar el control es hacer continuamente campañas electorales, durante todo el año, saturadas de propaganda partidaria, entremezcladas con la sabidurías de expertos a sueldo, con un resultado más aburridor que vitalizador, el tipo de lasitud cívica en la que prospera la democracia guiada.” El ejemplo clásico lo constituyen ciertamente las contiendas de selección de candidatos de los dos principales partidos políticos de EE.UU. durante 2007 y 2008, pero la “competencia” dinástica entre las familias Bush y Clinton de 1988 a 2008 es igualmente relevante. Habría que señalar que entre la mitad y dos tercios de los votantes cualificados no han votado recientemente, haciendo que sea mucho más fácil guiar al electorado activo. Wolin comenta: “Cada ciudadano apático es un enlistado silencioso en la causa del totalitarismo al revés.” Queda por ver si una candidatura de Obama puede volver a despertar a esos votantes apáticos, pero sospecho que Wolin predeciría una andanada de difamación por los medios de información corporativos que terminaría con esa posibilidad.

La democracia guiada es un disolvente poderoso para cualesquiera vestigios de democracia que queden en el sistema político estadounidense, pero sus poderes son débiles en comparación con los de Súperpotencia. Súperpotencia es el patrocinador, defensor y gerente del imperialismo y el imperialismo de EE.UU., envuelto en el secreto del poder ejecutivo, y supuestamente más allá del campo de alcance del entendimiento o la supervisión de los ciudadanos comunes. Súperpotencia se preocupa de armas de destrucción masiva, de la manipulación clandestina de la política exterior (a veces también de la política interior), de operaciones militares, y de las fantásticas sumas exigidas al público por el complejo militar-industrial. (Las fuerzas armadas de EE.UU. gastan más que todas las de la Tierra en su conjunto. El presupuesto de defensa oficial de EE.UU. para el año fiscal 2008 es de 623.000 millones de dólares; el presupuesto nacional militar más cercano es el de China con 65.000 millones, según la Agencia Central de Inteligencia.)

Las operaciones militares en el extranjero obligan literalmente a la democracia a cambiar su naturaleza: “Para encarar las contingencias imperiales de guerra y ocupación en el extranjero,” según Wolin, “la democracia alterará su carácter, no sólo asumiendo nuevas conductas en el extranjero (por ejemplo: inclemencia, indiferencia ante los sufrimientos, desdeño ante las normas locales, las desigualdades en el gobierno de una población sometida) sino también operando sobre la base de hipótesis revisadas, de la expansión del poder en el interior. Tratará, las más veces, de manipular al público en lugar de involucrar a sus miembros en la deliberación. Demandará más poderes y una mayor discreción en su uso (‘secretos de Estado), un control más estricto sobre los recursos de la sociedad, métodos más sumarios de justicia, y menos paciencia ante las legalidades, la oposición, y el clamor por reformas socioeconómicas.”

El imperialismo y la democracia son, en términos de Wolin, literalmente incompatibles, y los recursos cada vez mayores dedicados al imperialismo significan que es inevitable que la democracia se desvanezca y muera. Escribe: “La política imperial representa la conquista de la política interior y la conversión de esta última en un elemento crucial del totalitarismo al revés. No tiene sentido preguntar cómo el ciudadano democrático podría ‘participar’ sustantivamente en la política imperial; por lo tanto no sorprende que el tema del imperio sea tabú en los debates electorales. Ningún político o partido ha siquiera comentado en público sobre la existencia de un imperio estadounidense.”

Desde los días de la fundación de EE.UU., sus ciudadanos han tenido una prolongada historia de complicidad en los proyectos imperiales del país, incluyendo su expansión transcontinental a costas de los estadounidenses nativos, los mexicanos y los imperialistas españoles. Theodore Roosevelt comentó a menudo que los estadounidenses se oponían profundamente al imperialismo por su escape exitoso del imperio británico pero que tenían el “expansionismo” en la sangre. Con el pasar de los años, el análisis político estadounidense ha tratado cuidadosamente de separar a las fuerzas armadas del imperialismo, incluso si el militarismo es el acompañante ineluctable del imperialismo. Las fuerzas armadas crean el imperio para comenzar y son indispensables para su defensa, el mantenimiento del orden y la expansión. Wolin señala: “Que el ciudadano patriótico apoye inquebrantablemente a las fuerzas armadas y sus inmensos presupuestos significa que los conservadores han tenido éxito en convencer al público de que las fuerzas armadas son algo diferente del gobierno. Por lo tanto el elemento más sustancial del poder estatal es apartado del debate público.”

Ha tomado mucho tiempo, pero bajo el gobierno de George W. Bush EE.UU. ha terminado por lograr una ideología oficial de expansión imperial comparable a las de los totalitarismos nazi y soviético. Según la Estrategia Nacional de Seguridad de EE.UU. (supuestamente preparada por Condoleezza Rice y proclamada el 9 de septiembre de 2002) EE.UU. está ahora comprometido con lo que llama “guerra preventiva.” Wolin explica: “La guerra preventiva involucra la proyección del poder en el exterior, usualmente contra un país mucho más débil, comparable, por ejemplo, con la invasión nazi de Bélgica y Holanda en 1940. Declara que EE.UU. está justificado en atacar a otro país por una amenaza percibida de que el poder de EE.UU. sea debilitado, severamente dañado, a menos que reaccione para eliminar el peligro antes de que se materialice. La guerra preventiva es la afirmación del Lebensraum [La afirmación de Hitler de que su imperialismo se justificaba por la necesidad de Alemania de obtener “espacio vital”] para la era del terrorismo.” Esta fue, desde luego, la excusa oficial para la agresión estadounidense contra Iraq que comenzó en 2003.

Muchos analistas, incluyéndome a mí, concluirían que Wolin prácticamente ha justificado a toda prueba que los días de la república estadounidense están contados, pero el propio Wolin no está de acuerdo. Hacia el fin de su estudio presenta una lista de sugerencias de lo que debería hacerse para evitar el desastroso totalitarismo al revés: “hacer retroceder el imperio, hacer retroceder las prácticas de la democracia guiada; volver a la idea y a las prácticas de la cooperación internacional en lugar de los dogmas de la globalización y de los ataques preventivos; restaurar y fortalecer las protecciones medioambientales; reforzar las políticas populistas; deshacer el daño a nuestro sistema de de derechos individuales; restaurar las instituciones de un aparato judicial independiente, de la separación de los poderes, y del sistema del equilibrio de los poderes; reinstalar la integridad de las agencias reguladoras independientes y de los procesos de asesoría científica; reanimar los sistemas representativos sensibles a las necesidades populares de atención sanitaria, educación, pensiones garantizadas, y de un salario mínimo honorable; restaurar la autoridad reguladora gubernamental sobre la economía; y eliminar las deformaciones de un código tributario que corteja a los ricos y al poder corporativo.”

Por desgracia, es más una guía de lo que ha ido mal que una declaración de cómo arreglarlo, particularmente ya que Wolin cree que nuestro sistema político está “repleto de corrupción e inundado de contribuciones sobre todo de donantes ricos y corporativos.” Es muy poco probable que nuestro aparato partidario funcione para colocar bajo control democrático al complejo militar-industrial y a las 16 agencias secretas de inteligencia. A pesar de todo, una vez que EE.UU. haya seguido a los totalitarismos clásicos al basurero de la historia, el análisis de Wolin representará uno de los mejores discursos sobre lo que anduvo mal.

El último libro de Chalmers Johnson es “Nemesis: The Last Days of the American Republic (Metropolitan Books, 2008), que ahora apareció como Holt Paperback. Es el tercer volumen de su “Blowback Trilogy.”

www.alternet.org

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=9031

El ex portavoz de la Casa Blanca asegura que Bush vendió la guerra de Irak con "propaganda"

Este articulo se me hace muy interesante en tanto que fue Scorr McClellan la cara visible de la presidencia norteamericana que empujo a la criminal guerra contra Iraq que hoy cuenta ya segun organizaciones internacionales con mas de un millon de muertes civiles, sin contar las muertes de niños causadas por el bloqueo economico anterior a la guerra

Tomado de Rebelion.org

El ex secretario de prensa de la Casa Blanca, Scott McClellan, ha asegurado que George W. Bush vendió la guerra de Irak basándose en “propaganda”. McClellan, que durante su estancia en la Casa Blanca entre julio de 2003 y abril de 2006 defendió las políticas del presidente durante los primeros años de la guerra, ha formulado duras críticas contra Bush en un libro de 341 páginas que recoge sus memorias en el cargo y que llegará a las librerías estadounidenses la próxima semana, según informa la cadena CNN.

En el libro titulado What Happened Inside the Bush White House and Washington's Culture of Deception (Lo que ocurrió en la Casa Blanca de Bush y la Cultura de Engaño de Washington), el ex portavoz asegura que el mandatario estadounidense manipuló “las fuentes” para la opinión pública y “minimizó el principal motivo para ir a la guerra”.

“Por el verano de 2002, los asesores de Bush lanzaron una campaña cuidadosamente orquestada para vender agresivamente la guerra… En una época de campaña permanente, todo se basó en un intento de manipulación de las fuentes de opinión pública para ventaja del presidente”, escribe el ex secretario en sus memorias.

McClellan afirma que Bush, al quién describe como una persona “sincera” y “auténtica”, fue “terriblemente mal” asesorado. El ex secretario admite asimismo que algunas de sus declaraciones durante las conversaciones con los periodistas en la sala de prensa de la Casa Blanca resultaron ser “malamente engañosas”.

Para muchos periodistas, McClellan fue uno de los asesores más leales de Bush cuando tuvo que dar la cara durante los primeros años de la invasión de Irak y sobre el desastre del huracán Katrina, que arrasó la costa del Golfo de México a finales de agosto de 2005. Con respecto a esta última cuestión, el ex portavoz se refiere a la reacción del Gobierno de Bush como “engorrosa” y asegura que fue el “mayor desastre” para la presidencia.

miércoles, mayo 28, 2008

Cómo fabricar una crisis global

Walden Bello
La Jornada

Cuando cientos de miles de personas se manifestaron en México el año pasado contra un incremento al precio de la tortilla, muchos analistas culparon a los biocombustibles. A causa de los subsidios del gobierno estadunidense, los granjeros de ese país dedicaban más hectáreas al maíz para etanol que para alimento, lo cual disparó los precios. Esta desviación del uso del maíz fue sin duda una causa de la elevación de precios, aunque probablemente la especulación de intermediarios con la demanda de biocumbustible tuvo mayor influencia. Sin embargo, a muchos se les escapó una pregunta interesante: ¿cómo es que los mexicanos, que viven en la tierra donde se domesticó el maíz, han llegado a depender del grano estadunidense?

La erosión de la agricultura mexicana

No puede entenderse la crisis alimentaria mexicana sin considerar que en los años anteriores a la crisis de la tortilla la patria del maíz fue convertida en una economía importadora de ese grano por las políticas de “libre mercado” promovidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y Washington. El proceso comenzó con la crisis de deuda de principios de la década de 1980. México, uno de los dos mayores deudores del mundo en desarrollo, fue obligado a implorar dinero del banco y del FMI para pagar el servicio de su deuda con bancos comerciales internacionales. El precio de un rescate fue lo que un miembro del consejo ejecutivo del BM describió como “intervencionismo sin precedente”, diseñado para eliminar aranceles, reglamentaciones estatales e instituciones gubernamentales de apoyo, que la doctrina neoliberal identificaba como barreras a la eficiencia económica.

El pago de intereses se elevó de 19 por ciento del gasto federal total en 1982 a 57 por ciento en 1988, en tanto el gasto de capital se derrumbó de 19.3 a 4.4 por ciento. La contracción del gasto gubernamental se tradujo en el desmantelamiento del crédito estatal, de los insumos agrícolas subsidiados por el gobierno, los apoyos de precio, los consejos estatales de comercialización y los servicios de extensión.

Este golpe a la agricultura campesina fue seguido por uno aún mayor en 1994, cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Aunque dicho tratado consideraba una prórroga de 15 años a la protección de productos agrícolas, entre ellos el maíz, pronto comenzó a fluir maíz estadunidense altamente subsidiado, lo cual redujo los precios a la mitad y hundió al sector maicero en una crisis crónica. En gran medida a causa de ese acuerdo, México se ha consolidado como importador neto de alimentos.

Con el cierre de la entidad gubernamental comercializadora de maíz, la distribución de importaciones maiceras de Estados Unidos y del grano nacional ha sido monopolizada por unas cuantas comercializadoras trasnacionales, como Cargill. Eso les ha dado tremendo poder para especular con las tendencias del mercado, de modo que pueden manipular y magnificar muchas veces los movimientos de demanda de biocombustibles. Al mismo tiempo, el control monopólico del comercio doméstico ha asegurado que una elevación en los precios internacionales del maíz no se traduzca en precios significativamente más altos a pagar a los pequeños productores.

Cada vez resulta más difícil a los productores mexicanos de maíz eludir el destino de muchos otros pequeños productores en sectores como arroz, carne de res, pollo y cerdo, quienes se han venido abajo por las ventajas concedidas por el TLCAN a los productos subsidiados estadunidenses. Según un informe del Fondo Carnegie de 2003, las importaciones agrícolas de EU han dejado sin trabajo a 1.3 millones de campesinos, muchos de los cuales han emigrado al país del norte.

Las perspectivas no son buenas, pues el gobierno mexicano continúa en manos de neoliberales que desmantelan sistemáticamente el sistema de apoyo al campo.

Creación de la crisis del arroz en Filipinas

Que la crisis global de alimentos se origina en la restructuración de la agricultura por el libre mercado resulta más claro en el caso del arroz. A diferencia del maíz, menos de 10 por ciento de la producción mundial de arroz se comercializa. Además, en el arroz no ha habido desviación del consumo hacia los biocombustibles. Sin embargo, en este solo año los precios se han triplicado, de 380 dólares por tonelada en enero a más de mil dólares en abril. Sin duda, la inflación deriva en parte de la especulación de los cárteles mayoristas en una época de existencias escasas. Sin embargo, el mayor misterio es por qué varios países consumidores de arroz que eran autosuficientes se han vuelto severamente dependientes de las importaciones.

Filipinas ofrece un triste ejemplo de cómo la restructuración económica neoliberal transforma un país de exportador neto a importador neto de alimentos. Es el mayor importador mundial de arroz. El esfuerzo de Manila por asegurarse provisiones a cualquier precio se ha vuelto nota de primera plana, y las fotos de soldados que resguardan la distribución del cereal en comunidades pobres se ha vuelto emblemática de la crisis global.

Los trazos generales de la historia de Filpinas son similares a los de México. El dictador Ferdinando Marcos fue culpable de muchos crímenes y malos manejos, entre ellos no llevar adelante la reforma agraria, pero no se le puede acusar de privar al sector agrícola de fondos gubernamentales. Para paliar el descontento de los campesinos, el régimen les otorgó fertilizantes y semillas subsidiadas, impulsó mecanismos de crédito y construyó infraestructura rural. Durante los 14 años de su dictadura, sólo en uno, 1973, se tuvo que importar arroz debido al extenso daño causado por tifones. Cuando Marcos huyó del país, en 1986, había 900 mil toneladas métricas de arroz en los almacenes del gobierno.

Paradójicamente, los siguientes años de gobierno democrático vieron encogerse la capacidad de inversión gubernamental. El BM y el FMI, actuando por cuenta de acreedores internacionales, presionaron al gobierno de Corazón Aquino para que diera prioridad al pago de la deuda externa, que ascendía a 26 mil millones de dólares. Aquino accedió, aunque los economistas de su país le advirtieron que sería “inútil buscar un programa de recuperación que sea consistente con el pago de la deuda fijado por nuestros acreedores”.

Entre 1986 y 1993, entre 8 y 10 por ciento del PIB salió de Filipinas cada año en pagos del servicio de la deuda. Los pagos de intereses en proporción al gasto gubernamental se elevaron de 7 por ciento en 1980 a 28 por ciento en 1994; los gastos de capital cayeron de 26 a 16 por ciento. En suma, el servicio de la deuda se volvió la prioridad del presupuesto nacional.

El gasto en agricultura cayó a menos de la mitad. El BM y sus acólitos locales no se preocupaban, porque un propósito del apretamiento del cinturón era dejar que el sector privado invirtiera en el campo. Pero la capacidad agrícola se erosionó con rapidez, el riego se estancó, y hacia finales de la década de 1990 sólo 19 por ciento de la red caminera del país estaba pavimentada, contra 82 por ciento en Tailandia y 75 por ciento en Malasia. Las cosechas eran anémicas en general; el rendimiento promedio de arroz era de 2.8 toneladas por hectárea, muy debajo de los de China, Vietnam y Tailandia, donde los gobiernos promovían activamente la producción rural. La reforma agraria languideció en la era posterior a Marcos, privada de fondos para servicios de apoyo, que habían sido la clave para las exitosas reformas de Taiwán y Corea del Sur.

Como en México, los campesinos filipinos enfrentaron la retirada en gran escala del Estado como proveedor de apoyo. Y el recorte en programas agrícolas fue seguido por la liberalización comercial; la entrada de Filipinas en la Organización Mundial de Comercio (OMC) tuvo igual efecto que la firma del TLCAN para México. La membresía en la OMC requería eliminar cuotas en las importaciones agrícolas excepto arroz, y permitir que cierta cantidad de cada producto ingresara con bajos aranceles. Si bien se permitió al país mantener una cuota en importaciones de arroz, tuvo que admitir el equivalente a entre uno y 4 por ciento del consumo doméstico en los 10 años siguientes. De hecho, a causa del debilitamiento de la producción derivado de la falta de apoyo oficial, el gobierno importó mucho más que eso para compensar una posible escasez. Esas importaciones, que se elevaron de 263 mil toneladas en 1995 a 2.1 millones en 1998, deprimieron el precio del cereal, lo cual desalentó a los productores y mantuvo la producción a una tasa muy menor a la de los dos principales proveedores del país, Tailandia y Vietnam.

Las consecuencias del ingreso de Filipinas a la OMC barrieron con el resto de la agricultura como un tifón. Ante la invasión de importaciones baratas de maíz, los campesinos redujeron la tierra dedicada a ese cultivo de 3.1 millones de hectáreas en 1993 a 2.5 millones en 2000. La importación masiva de piezas de pollo casi acabó con esa industria, en tanto el aumento de importaciones desestabilizó las de aves de corral, cerdo y vegetales.

Los economistas del gobierno prometieron que las pérdidas en maíz y otros cultivos tradicionales serían más que compensadas por la nueva industria exportadora de cultivos “de alto valor agregado” como flores, espárragos y brécoles. Poco de eso se materializó. El empleo agrícola cayó de 11.2 millones en 1994 a 10.8 millones en 2001.

El doble golpe del ajuste impuesto por el FMI y la liberalización comercial impuesta por la OMC hizo que una economía agrícola en buena medida autosuficiente se volviera dependiente de las importaciones y marginó constantemente a los agricultores. Fue un proceso cuyo dolor fue descrito por un negociador del gobierno filipino durante una sesión de la OMC en Ginebra: “Nuestros pequeños productores agrícolas son masacrados por la brutal injusticia del entorno del comercio internacional”.

La gran transformación

La experiencia de México y Filipinas se reprodujo en un país tras otro, sujetos a los manejos del FMI y la OMC. Un estudio de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 14 países descubrió que los niveles de importaciones agrícolas en 1995-98 excedieron los de 1990-94. No era sorprendente, puesto que uno de los principales objetivos del acuerdo agrícola de la OMC era abrir mercados en países en desarrollo para que absorbieran la producción excedente del norte.

Los apóstoles del libre mercado y los defensores del dumping parecieran estar en extremos opuestos del espectro, pero las políticas que propugnan producen el mismo resultado: una agricultura capitalista industrial globalizada. Los países en desarrollo se integran en un sistema en el que la producción de carne y grano para exportación está dominada por grandes granjas industrializadas como las manejadas por la trasnacional tailandesa CP, en las que la tecnología es mejorada continuamente por avances en ingeniería genética de firmas como Monsanto. Y la eliminación de barreras tarifarias y no tarifarias facilita un supermercado agrícola global de consumidores de elite y clase media, atendidos por corporaciones comercializadoras de granos como Cargill y Archer Daniels Midland, y minoristas trasnacionales de alimentos como la británica Tesco y la francesa Carrefour.

No se trata sólo de la erosión de la autosuficiencia alimentaria nacional o de la seguridad alimentaria, sino de lo que la africanista Deborah Bryce-son, de Oxford, llama la “descampesinación”, es decir, la supresión de un modo de producción para hacer del campo un sitio más apropiado para la acumulación intensiva de capital. Esta transformación es traumática para cientos de millones de personas, pues la producción campesina no es sólo una actividad económica: es un modo de vida milenario, una cultura, lo cual es una razón de que en India los campesinos desplazados o marginados hayan recurrido al suicidio. Se calcula que unos 15 mil campesinos indios han acabado con su vida. El derrumbe de precios por la liberalización comercial y la pérdida de control sobre las semillas ante las empresas de biotecnología son parte de un problema integral, señala Vandana Shiva, activista por la justicia global: “En la globalización, el campesino o campesina pierde su identidad social, cultural y económica de productor. Ahora un campesino es ‘consumidor’ de semillas y químicos caros que venden las poderosas corporaciones trasnacionales por conducto de poderosos latifundistas y agiotistas locales”.

* Versión reducida del artículo a publicarse en la edición de The Nation (Nueva York) el 2 de junio. Se reproduce con permiso del autor.

** Walden Bello es analista y ex director ejecutivo del instituto de investigación y activismo Enfoque en el Sur Global, con sede en Bangkok.

Traducción: Jorge Anaya.

Videos 5to Debate Petrolero

Aqui van los videos del debate de ayer.

Tomado de http://yazminenyunqueland.blogspot.com

Martín Esparza Flores SME


Francisco Rojas Gutiérrez ex director de PEMEX



Pablo Mulas del Pozo



Francisco José Barnés de Castro ex-rector de la UNAM



Jorge Eduardo Navarrete Ex- Embajador en la ONU, Alemania, Venezuela y 7 países más.


Mario Molina Montes premio Nobel de Química 1995.


Lic. Gerardo Gil Valdivia.


Odon de Buen Rodriguez


DEBATE ENTRE PONENTES


PREGUNTAS DE LEGISLADORES


RESPUESTAS DE PONENTES A LEGISLADORES


INTERVENCION FINAL DE LEGISLADORES
Posteo los audios de las intervenciones de los ponentes en defensa de PEMEX del debate de ayer martes 27 de Mayo del 2008.

Tomado del portal de RadioAMLO tal y como lo tienen ellos en su web.

Participación de Martín Esparza Con 42 años de edad y 22 de antigüedad en el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), Martín Esparza inició su carrera sindical en 1992, como legislador para la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo. Ha ocupado diversos cargos dentro del gremio y desde 2005 es secretario general del mismo; fue reelecto en mayo de este año, por lo que ocupará el cargo un par de años más. Dirige a unos 40,000 trabajadores.



Participación de Jorge Eduardo Navarrete
Licenciado en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue presidente de la Sociedad de Ex Alumnos de la Facultad de Economía de la UNAM. Ha sido, además, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM y del Centro de Estudios México-China. Ha sido Embajador de México en Venezuela, Alemania, Naciones Unidas, Serbia y Montenegro, China, Chile, Brasil, Austria y Yugoslavia, además fue Subsecretario de Politicas y Desarrollo Energético