sábado, junio 07, 2008

Les dejo un video tomado de senderdelpeje(Con todo y comentario del mismo)

Pues bien, a continuación el video, que nos envía un lector, en el que la Doctra María Fernanda Campa balconea durísimo a Barnes y a Lajous. Reenvíen este video a TODO el mundo porque esto es precisamente lo que los panistas no quieren que se sepa: que están mandando a defender a la privatización a emisarios de las trasnacionales a las que ya se les queman las habas por que Pemex se privatice.


www.Tu.tv

viernes, junio 06, 2008

Ansia de sangre presidencial

Articulo original: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68462

El mundo imaginario de la guerra de George W. Bush

Tom Dispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Os brindo un recuerdo: Yo tenía unos cinco o seis años y estaba sentado con mi padre en un cine cerca de Times Square en Nueva York – uno de esos teatros ligeramente desaseados de esos días del alba de los años cincuenta, que proyectaban tandas de dos o tres películas B de vaqueros o de guerra. Nos tocó un viejo western que, si bien recuerdo, comenzó con una diligencia que viajaba alocadamente por la calle principal de un pueblo ganadero. Un hombre herido estaba desplomado en el asiento del conductor, y los caballos corrían desbocados. Repentinamente sale corriendo, tal vez de la oficina del periódico local, un vaquero vestido todo de blanco, con un sombrero blanco, salta sobre el tiro de caballos, detiene la diligencia, y dice al conductor: “"Sam, Sam, ¿quién te hizo esto? (o algo así). Precisamente en ese momento, la cámara capta la imagen de otro hombre, vestido todo de negro, con un sombrero negro – y sin duda alguna, bigotudo – que se esconde en la cantina.

Mi padre se volvió rápidamente hacia mí y murmuró: “Es él. Él lo hizo.”

Creédmelo, me conmovió. Todo lo que pude decir, maravillado y protestando fue: “Papá, ¿cómo lo puedes saber? ¿Cómo lo sabes?”

Pero, por cierto, lo sabía y, dentro de un año o dos, yo ciertamente llegué a poseer el mismo código simple del bien y el mal, del héroe y el malvado. No era probable que fuese a cometer el mismo error dos veces.

Sobre todo, desde luego, era imposible confundir a los malos en esas películas viejas. Se veían malos. Si eran “nativos,” tampoco trataban de ocultar lo que estaban a punto de hacer a los sombreros blancos, o, en el caso de Gunga Din (1939), a los cascos de médula o de corcho. “Levantaos, nuestros nuevos hermanos,” dice el malvado “gurú” de esa película a sus seguidores. “Levantaos y matad. Matad, para que no os maten. Matad por gusto de matar. Matad por el amor de Kali. ¡Matad! ¡Matad! ¡Matad!”

“¡Eliminadlos!”

¡Matad! ¡Matad! ¡Matad! Justo lo que probablemente diría el equivalente nativo del sombrero negro. ¡Qué malvados! – para una reedición moderna, ved el último exitazo de las tiras cómicas, Iron Man – no sólo eran fanáticos, sino usualmente estaban también al borde mismo de la locura. Y su lenguaje lo reflejaba.

Con susto volví a recordar la semana pasada a esos seres perversos de mi infancia ante la pantalla estadounidense, al leer una memoria del que solía ser un confidente de la presidencia de Bush. No, no el antiguo secretario de prensa de la Casa Blanca Scott McClellan, quien saltó a los titulares al acusar al presidente de utilizar “propaganda,” y a los “facilitadores cómplices” de los medios de información, para llevar a EE.UU. a la guerra en 2002-2003. Pienso en otro individuo bien informado, el antiguo comandante de las fuerzas de EE.UU. en Iraq, el teniente general Ricardo Sanchez. Casi no mereció atención por un estallido presidencial que registró en su memoria “Wiser in Battle: A Soldier's Story [Más sabio en la batalla: La historia de un soldado], tan sedienta de sangre y caricaturesca que debería haber atraído la atención de la nación – y tan misteriosa en su carácter, considerando los últimos años de conducta presidencial, que tiene que ser exacta.

Quisiera describir brevemente la escena, tal como Sanchez la cuenta en las páginas 349-350 de “Wiser in Battle.” Es el 6 de abril de 2004. L. Paul Bremer III, jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición de la ocupación, virrey colonial del presidente en Bagdad, y el general Sanchez estaban en Iraq en videoconferencia con el presidente, el Secretario de Estado Colin Powell y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. (Teóricamente, el evento fue registrado y es por lo tanto reexaminable por Sanchez que tomaba notas.) Acababa de ser lanzada la primera ofensiva estadounidense en gran escala contra la ciudad suní de Faluya, mientras, en el Sur chií de Iraq, los militares de EE.UU. preparaban una campaña contra el clérigo chií Muqtada al-Sáder y su milicia del Ejército del Mahdi.

Según Sanchez, Powell habló sin tapujos ese día: “Tenemos que romperle la madre rápidamente a alguien.”... “Tiene que haber una victoria total en algún sitio. Tenemos que realizar una demostración brutal de poder.” (Y, por cierto, a fines de abril, partes de Faluya quedaron en ruinas, como, en agosto, lo estarían áreas de las partes más antiguas de la ciudad sagrada chií de Najaf. El propio Sáder, sin embargo, escapó para seguir la lucha; y, a fin de declarar la “victoria total” de Powell, los militares de EE.UU. tuvieron que volver a Faluya en noviembre de ese año, después de la elección presidencial de EE.UU., y virtualmente dejar tres cuartos de la ciudad en escombros.) Bush entonces volvió al tema de al-Sáder: “Al final de esta campaña, al-Sáder debe haber desaparecido,” insistió ante sus máximos asesores. “Por lo menos será arrestado. Es esencial que sea eliminado.”

Poco después, el presidente “lanzó” lo que el desconcertado Sanchez describe cortésmente como “una especie de discurso confuso para levantar la moral respecto a Faluya y a nuestra próxima campaña en el Sur (contra el Ejército del Mahdi).” Y lo que sigue es ese “discurso alentador.” Cuando lo leáis, tratad de imaginar algo semejante proveniente de la boca de algún otro presidente estadounidense, o algo que no se le parezca surgiendo de la boca de algún malvado dirigente del enemigo en las películas de la infancia del presidente, y de la mía:

“‘¡Dadles una paliza!’ dijo [Bush] haciéndose eco de la parla sin pelos en la lengua de Colin Powell. ‘Si alguien trata de detener la marcha hacia la democracia, ¡los buscaremos y los mataremos! ¡Tenemos que ser más duros que el diablo! Ese asunto de Vietnam, esto ni siquiera se le aproxima. Es una mentalidad. No podemos enviar ese mensaje. ¡Es una excusa para prepararnos para la retirada!

“Hay una serie de momentos y éste es uno de ellos. Están poniendo a prueba nuestra voluntad, pero estamos resueltos. Tenemos un camino mejor. ¡Permaneced fuertes! ¡Mantened el rumbo! ¡No pestañeamos!’” [sic]

Hay que recordar que la retórica sedienta de sangre de este “discurso enardecedor” no tenía el objeto de excitar a Marines en camino a la batalla. Se trataba de sus máximos asesores, bien refugiados en sus búnkeres, en una sesión de estrategia en la víspera de importantes ofensivas militares en Iraq. Evidentemente, sin embargo, el presidente quería imitar a George C. Scott interpretando el personaje del general George Patton – o tal vez, aún sin quererlo, sintonizar a uno de los malvados villanos en la pantalla de su infancia.

Los mullahs locos estadounidenses

Aprovechemos para recordar una pequeña historia: En el Siglo XIX, a menudo los dirigentes del Tercer Mundo opuestos al control imperial occidental también no solo fueron satanizados sino que se imaginaba que estaban, en cierto sentido, simplemente locos por enfrentar el poderío occidental. Durante toda la última parte de ese siglo, por ejemplo, los británicos enfrentaron a varios “mullahs locos” en el Norte de África.

Más adelante, una tal imaginería emigró con bastante facilidad al Hollywood imperial y de allí a los cinematógrafos estadounidenses. Pero pasó algo extraño: en los años de Vietnam, en esa era de cambios de rumbo, un presidente de EE.UU. expresó, por primera vez, en privado, el deseo de enfrentar la postura de locura reservada anteriormente al enemigo en la cultura estadounidense (e indudablemente también en muchas otras culturas). No se trató sólo de que los críticos en EE.UU. de Richard Nixon estuvieran dispuestos de calificarlo de demente, sino que, en su deseo de terminar la Guerra de Vietnam de un modo victorioso y satisfactorio, estuvo dispuesto a calificarse a sí mismo de loco.

“Lo llamo la teoría del loco, Bob,” dijo el presidente según su asistente, H.R. Haldeman. “Quiero que los norvietnamitas crean que he llegado al punto en el que podría hacer cualquier cosa para detener la guerra. Sólo les haremos llegar la noticia de que, ‘¡en nombre de Dios!, sabéis que Nixon está obsesionado por el comunismo. No podemos controlarlo cuando se enoja – y tiene su mano sobre el ‘botón nuclear’ – y [el líder norvietnamita] Ho Chi Minh en persona estará dentro de dos días en París implorando por la paz.”

Henry Kissinger, el consejero nacional de seguridad de Nixon, estaba igualmente fascinado por una posible ventaja en las negociaciones si el enemigo imaginaba que el presidente era un demente potencialmente capaz de aniquilar el mundo. “Henry hablaba tanto del asunto,” según Lawrence Lynn, asistente de Kissinger, “... que los rusos y los norvietnamitas no correrían riesgos debido al carácter de Nixon.” Lo que hacía que esta fascinación con la idea de un presidente loco fuera más curiosa era que se combinaba con temores de los asistentes y asesores de la Casa Blanca de que Nixon, con el dedo sobre el botón nuclear, podría estar verdaderamente discapacitado o estar llegando al borde del trastorno mental.” “Mi amigo borracho,” “ese lunático borracho,” “esa mente de pánfilo,” o “ese chiflado,” así se refería Kissinger a su persona después de recibir su porción de llamadas beodas tarde por la noche.

Así que, en un momento histórico hace casi cuatro decenios, un presidente desesperado consideró repentinamente que sería conveniente, desde el punto estratégico, que se presentara a sus enemigos como si fuera un potencial carnicero de naciones, un incinerador del mundo (y sus asistentes estaban dispuestos en privado a pensar que lo era). Es decir que el líder de lo que ha sido calificado comúnmente de “el Mundo Libre,”, consideraba la posibilidad de presentarse como un emperador demente, un verdadero Ming el Despiadado.

Después de varias décadas, desde el punto de vista presidencial, las cosas han pasado a ser aún más extrañas. Después de todo, ahora hay un presidente quien ha enfrentado abiertamente al mundo, incluso con entusiasmo, como Comandante en Jefe de Técnicas de Interrogatorio Realzadas, de Entregas Extraordinarias y de Encarcelamiento en Ultramar; un vicepresidente que se presentó abiertamente en el Congreso para cabildear contra una ley que prohibía la tortura; y miembros clave del gabinete quienes, desde una sala de conferencias en la Casa Blanca, administraron minuciosamente la tortura, incluso en cuanto a técnicas específicas en casos específicas. ¡Y que me hablen de Ming el Despiadado!

En los años sesenta y setenta, hubo un presidente cuyos críticos llamaban “asesino de bebés” – “esa horrible canción” fue como el presidente Lyndon Baines Johnson se refirió a la cantinela contra la guerra: "Hey, hey, LBJ, how many kids did you kill today?" [¡Eh!, ¡Eh!, LBJ, ¿a cuántos niños mataste hoy?] – y otro más dispuesto a enfrentar esa postura de locura para propósitos de diplomacia privada; y, según se dice, los dos fueron llevados al borde de la demencia privada durante su estadía en el poder. Pero ambos también se sintieron incómodos con la imaginería de su persona y fueron excesivamente torpes en el mundo televisual de la política que ya comenzaba a rodearlos; ninguno se imaginaba “en las películas.”

¿Última aparición en la pantalla?

Usualmente se piensa en Ronald Reagan, un verdadero actor, como el presidente que pasó su tiempo en el cargo representando el papel de su vida, pero, por azar, no fue nada comparado con George W. Bush. Desde el momento en que los ataques del 11 de septiembre de 2001 le dieron su “vocación” como presidente “de tiempos de guerra,” ha estado profundamente enfrascado en la interpretación de su versión caricaturesca del rol del siglo. De hecho, a menudo parecía poco más que un niño grandullón metido de lleno en su propia película de guerra y en recuerdos de juegos de guerra.

Recordemos que, poco después del 11-S, este presidente lanzó su “cruzada, esta guerra contra el terrorismo” con una imagen de un afiche de alguna película genérica de vaqueros de su infancia. (“Bush brindó algo de su lenguaje más rudo hasta la fecha cuando le preguntaron si quería ver a bin Laden muerto. ‘Quiero justicia,’ dijo Bush. ‘Y hay un viejo afiche en el Oeste... Recuerdo que decía: Buscado, Muerto o Vivo.’”) Durante años, fue evidente que resplandecía al vestirse en público de una manera que recordaba una versión infantil de un juego de guerra. Mientras Abraham Lincoln nunca usó un uniforme y un verdadero general, Dwight D. Eisenhower, guardó el suyo en el closet durante sus años como presidente, Bush singular y repetidamente se presentó en público ataviado en traje militar, pareciendo ante todo el mundo una versión a tamaño natural del personaje original de acción G.I. Joe de 30 cm. – sea “aterrizando” un jet sobre el portaaviones USS Abraham Lincoln, y saliendo en un estilístico traje de vuelo, o apareciendo en chaquetas especialmente hechas a medida con "George W. Bush, Comandante en Jefe" bordado cuidadosamente sobre su pecho, ante una aglomeración de soldados gritando “¡Juaaa!”. (En los hechos, más de un fabricante de juguetes produjo figuras de acción Bush al estilo de G.I. Joe.)

Fue evidente sobre todo, desde el 14 de septiembre de 2001 hasta qué punto gozaba de su papel como resuelto líder de EE.UU. en guerra – cuando se subió sobre ese montón de escombros en la “Zona Cero” en Nueva York y, megáfono en mano, mientras lo vitoreaban gritando “¡EE.UU.! ¡EE.UU.!”, borró la ignominia de sus acciones en el verdadero día de los ataques. Mientras su vicepresidente y sus máximos asesores se preparaban, sombríos, aunque con entusiasmo, para asesinar a Sadam Husein y aprovechar la oportunidad para crear una presidencia permanente de comandante en jefe, el presidente lo pasaba visiblemente mejor que nunca, tal vez por primera vez desde esas “fiestas salvajes” de su juventud.

Un riachuelo de detalles reveladores sobre su conducta ha afluido hacia nosotros en estos años. Bob Woodward del Washington Post, por ejemplo, nos cuenta que, después del 11-S, mantuvo “su propia marcador personal de la guerra” en un cajón del escritorio en el Despacho Oval – fotos con breves biografías y esbozos de las personalidades de personajes dirigentes de al-Qaeda, cuyas caras tachaba satisfecho cuando eran muertos o capturados. En julio de 2003, frustrado por señales de que la insurgencia suní en Iraq no desaparecía, ofreció impulsivamente su pequeña bravata a los periodistas (como si fuera él quien sufriría el embate de futuros ataques): “Hay quienes se sienten como si existieran las condiciones para podernos atacar allí. Mi respuesta es: ¡que vengan!”

En esos momentos, cuando hablaba o actuaba espontáneamente, existen abundantes indicios de que Bush sentía un placer profundo al verse en el papel de comandante en jefe, y que se ha excitado verdaderamente al hacer cosas características de un comandante en jefe, por lo menos tal como se las imaginaba otrora en el mundo de fantasía de la pantalla de su juventud. Se excitó, por ejemplo, cuando recibió de algunos de los soldados que capturaron a Sadam Husein, la pistola que el dictador portaba en su socavón. En 2004, Matthew Cooper, de TIME, informó: “’Le gustaba realmente exhibirla,’ dice un reciente visitante a la Casa Blanca, que ha visto la pistola. ‘Estaba realmente orgulloso de tenerla.’ El nuevo lugar de residencia de la pistola es el pequeño estudio al lado del Despacho Oval, al que Bush conduce a visitantes selectos.”

Del mismo modo, volvió de uno de sus breves viajes a Iraq “inspirado” por una reunión con el piloto que disparó el misil que incineró al aspirante a Bin Laden, Abu Musab al-Zarqaui.

De cuando en cuando, durante todos estos años, se pudo vislumbrar precisamente el tipo de personaje caricaturesco de sombrero blanco/sombrero negros que creía representar. Así era cuando estaba en su humor de matón fanfarrón, como ser cuando, en septiembre de 2007, llegó a Australia proclamando en público que EE.UU. estaba “dando una paliza” en Iraq; o cuando, como comandante en jefe, lagrimeaba regularmente con genuina emoción (de película) al distribuir medallas por valentía, algunas póstumas, o incluso cuando discutía su propia versión del “sacrificio” en tiempos de guerra: afirmaba que había renunciado al golf por su guerra. Como dijo a Mike Allen de Politico.com: “No quiero que alguna madre cuyo hijo haya muerto recientemente vea al comandante en jefe jugando golf. Pienso que se lo debo a las familias ser como – mostrar mi mejor solidaridad posible. [sic] Y pienso que jugar golf durante una guerra simplemente envía la señal equivocada.”

Dan Froomkin del Washington Post ha subrayado que incluso el inmaduro sacrificio del golf por parte de Bush, no fue real – siguió jugando, pero eso apenas importa. Lo que es crucial es que toda esta actuación en la vida real sigue emocionándolo, incluso estremeciéndolo. Recientemente, por ejemplo, hizo un discurso de graduación en la Academia de la Fuerza Aérea, donde una vez comparó a Iraq con la Segunda Guerra Mundial (y al hacerlo, implícitamente, a sí mismo con el presidente Franklin Roosevelt y con el primer ministro británico Winston Churchill, cuyo busto ha estado todos estos años en el Despacho Oval). Como comentó el periodista de Associated Press, Ben Feller: “Bush señaló que no era su último discurso de graduación en una academia militar, y pareció saborearlo. Personalmente felicitó a cada cadete mientras los vítores resonaban en todo el estadio.” Nótese la palabra “saborear,” relacionada con los militares y su papel de comandante en jefe. Sus fotos haciendo el tonto con graduados de la Academia de la Fuerza Aérea después de su discurso lo dicen todo.

En todo esto, se puede sentir a un hombre en su propio mundo de burbujas, absorto en, y satisfecho con, su propia actuación – tanto como actor y, como en la infancia, como público. Lo que el general. Ricardo Sanchez ha agregado a esto es la imagen de un hombre quien, incluso en 2004, ya soñaba con el desastre de Vietnam (“Este asunto de Vietnam... No podemos enviar ese mensaje.”) quien, tal vez al darse cuenta de que su exitazo estaba arruinado, como Richard Nixon antes que él, se mostró dispuesto a mezclar el código del sombrero blanco con el del sombrero negro de su infancia de cine de maneras extraordinarias. Bajo la presión de una guerra que fracasa, en privado y ante sus principales funcionarios, no dudó en adoptar ese papel de “gurú” y en confederar a sus seguidores más cercanos con un llamado a ¡matar!, ¡matar!, ¡matar!

Por cierto fue un discurso alentador. Incluso si Bush sigue exhortando a sus máximos funcionarios a no “pestañear,” los estadounidenses deberían hacerlo. Después de todo, quedan casi ocho meses de su presidencia, y un hombre de una falta de madurez tan sorprendente, que confunde la fantasía con la vida real, y que tiende a estallidos de desafío, bravatas, y ansias de sangre debiera ser tomado en serio. El “mullah loco” de Nixon quedó en privado hasta que comenzaron a aparecer trascripciones de las cintas de Watergate y memorias. Para nosotros, sigue existiendo la pregunta: ¿podrá este presidente jugar una última baza en la pantalla antes de que termine su período, haciendo de “mullah loco” en relación con Irán?

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Tom Engelhardt dirige Tomdispatch.com del “Nation Institute’s, es cofundador del American Empire Project (http://www.americanempireproject.com/). Ha actualizado su libro: “The End of Victory Culture” (University of Massachussetts Press) en una nueva edición. Editó, y su trabajo aparece en, el primer libro de lo mejor de Tomdispatch: “The World According to Tomdispatch: America in the New Age of Empire” (Verso), que será publicado durante este mes.

[Nota para los lectores: Que yo sepa, el primero que notó el pasaje crucial en las memorias de Sanchez, citado en este artículo fue ese infatigable reportero sobre Iraq, Patrick Cockburn. A diferencia de los pasajes clave en la memoria de Scott McClellan, ésta del libro de Sanchez ha recibido poca atención. Sin embargo, Dan Froomkin (citado en este trabajo), que hace la columna en línea del Washington Post: White House Watch, también señaló su existencia. No es sorprendente. Parece que nunca se pierde algún acontecimiento importante cuando tiene que ver con el gobierno de Bush. A menudo abro su invaluable columna. En lo que a mí respecta, puede ser el ejemplo más impactante del tipo de servicio que un columnista avispado de un periódico importante puede ofrecer en el mundo en línea. Lo considero una lectura diaria obligatoria y la recomiendo encarecidamente. Finalmente, si queréis saber más sobre los Mullahs Locos, películas estadounidenses de guerra, y una cantidad de otros temas de la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra de Iraq, podéis considerar mi libro recientemente actualizado: “The End of Victory Culture.”]

Denuncia JBG incursión militar y policiaca cerca del caracol zapatista La Garrucha

El pretexto de la movilización castrense fue la búsqueda de sembradíos de mariguana

Pobladores de Hermenegildo Galeana y San Alejandro los rechazaron con machetes y palos

Hermann Bellinghausen (Enviado)

San Cristóbal de las Casas, Chis., 5 de junio. Ayer miércoles 4 de junio se registró una incursión militar y policiaca en las inmediaciones del caracol zapatista de La Garrucha, en la que participaron unos 200 “provocadores”, como los calificó hoy la junta de buen gobierno (JBG) El camino del futuro. La incursión fue en las comunidades Hermenegildo Galeana y San Alejandro, donde los pobladores, todos bases de apoyo del EZLN, los rechazaron con machetes, palos, hondas y resorteras.

La JBG precisa que el operativo consistió en una columna de diez vehículos y una tanqueta: “convoy militar, seguridad pública, policía municipal y Procuraduría General de la República”. A las 9 de la mañana, “hora sur oriental”, tres vehículos militares se detuvieron a 30 metros de la sede del caracol Hacia un nuevo amanecer, “y bajan cuatro soldados, como queriendo flanquear al pueblo de La Garrucha, aprovechando nuestro camino del trabajadero colectivo de milpa”. El pueblo reaccionó para rechazarlos. “Al instante, los soldados suben a su carro y siguen su camino, mientras otros más adelante intimidan a la población tomando películas y fotografiando”.

Procedente de la base de Patiwitz, se incorporó otro convoy del Ejército federal en dirección a la ranchería Rancho Alegre o Chapuyil. “Se bajan de sus carros y agarran rumbo a Hermenegildo Galeana, acusando que en ese pueblo tienen sembradillos de mariguanas”. La JBG argumenta: “Toda la zona zapatista de La Garrucha y sus autoridades autónomas somos testigos que no existen plantíos, sólo zapatistas y trabajadero de milpa y platanar, y están dispuestos a luchar por libertad, justicia y democracia”.

Un centenar de soldados, además de policías, “se disponen a enfrentar al pueblo de Galeana; todos los represores se pintan la cara para confundirse, caminan unos tramos del camino y se meten al monte y así van avanzando rumbo al pueblo.” Los guía Feliciano Román Ruiz, policía municipal de Ocosingo.

En Galeana, “hombres, mujeres, niñas y niños se organizan para rechazarlos dispuestos a lo que salga”. A medio camino se encuentran indígenas y tropas “y comienza el alboroto; llenos de coraje, los zapatistas dicen a los soldados que regresen, que no los necesitan aquí”. Los soldados alegan “saber” que allí hay mariguana “y vamos a pasar a huevos”. Los indígenas sacan machetes, palos, piedras, resorteras, hondas “y todo lo que haya en el alcance de la mano, y empieza el rechazo”.

Retrocediendo, los soldados amenazaron con volver en 15 días y tomaron rumbo a San Alejandro, pueblo zapatista, donde esperaban 50 soldados y 10 policías municipales. Los soldados “dejaron pisoteado el sembradillo de maíz”. En San Alejandro “60 represores provocadores se posicionaron como dispuestos al enfrentamiento; reacciona el pueblo y rechaza a la fuerza federal”. En las acciones participaron soldados de las bases de Toniná, Patiwitz y San Quintín.

La JBG advierte que si hubiera enfrentamiento, sería provocado por Felipe Calderón, Juan Sabines y Carlos Leonel Solórzano (presidente municipal panista de Ocosingo). “No somos narcotraficantes, somos lo que ya saben, hermanos y hermanas de México y del mundo. Está claro que vienen por nosotros, los y las zapatistas, y estamos dispuestos de resistir y si es necesario cumplir nuestro lema: vivir por la patria o morir por la libertad”.

La junta concluye: “No queremos guerra, queremos paz con justicia y dignidad. No nos queda de otra, defender, rechazar y resistir porque nos vienen a buscar para enfrentarnos. Sólo nos queda decirles que vean por dónde viene esta provocación. Ahí los estamos informando, si es que nos da tiempo”.

Las autoridades zapatistas se manifestaron especialmente preocupadas, pues se trata de una provocación militar cuantitativa y cualitativamente mayor a las que han venido ocurriendo en la pasada quincena, además de que el riesgo de un inminente enfrentamiento estuvo latente. La Garrucha es, además, el lugar donde se supo más recientemente de la presencia del subcomandante Marcos.

miércoles, junio 04, 2008

Sin futuro, la explotación en aguas profundas, advierten expertos

Parece que se les esta aguando la fiesta a la derecha con su reforma privatizadora, al parecer el PRI no esta dispuesto a cargar con el costo electoral que implica votar a favor de la propuesta. En mi opinion el PRI no hiba a votar en favor de esa propuesta, simplemente movio sus fichas para que el PAN pensara en que hiban con ellos y sacara su propuesta privatizadora, de otra forma, si el PRI desde el comienzo hubiera dado pruebas de votar en contra, FECAL de ninguna forma hubiera enviado la propuesta al congreso.
El PRI esta pensando en llegar bien posicionado al 2009 y despues al 2012, dejar al PAN en tercer lugar para disputarse las elecciones con el PRD. Porque creo esto?

1) El PAN en menos de dos sexenios ha quedado en evidencia, las practicas corruptas inclusive mas agresivas que las del PRI, han ocasionado que la gente ya no les crea ni tantito, vamos me refiero a los que le creieron a Fox en el 2000 no a los pocos que votaron por FECAL en el 2006, lo que ha puesto al PRI por encima del PAN en cuanto a preferencia electoral.

2) A diferencia de lo que manejan los medios, AMLO lejos de perder la fuerza del 2006 en estos dos años a acumulado mas popularidad solo basta ver una de sus convocatorias en las plazas publicas, no solo me refiero al DF y a creado un movimiento organizado dispuesto a hacer una campaña mucho mas efectiva y prolongada que la de los medios puedan hacer en su contra, vamos tiene ahora una infraestructura ciudadana propagandistica mas fuerte de lo que se encontraba en el 2006 y mejor aun, ahora con todo el conocimiento de los errores del 2006, como la falta de representantes de casilla. AMLO se ha puesto por encima de la estructura del PRD, al nivel de tener el poder de desaparecer electoralmente al PRD con el simple hecho de renunciar a el.

3) La disputa continua siendo la misma, el proyecti neoliberal vs el nuevo Mexico. PRI y PAN representan al mismo, a simple vista se puede deducir que uno le tiene que quitar votos a otro no hay mas. Las televisoras solo se pueden aliar a uno o apostarle a su mejor gallo entre esos dos partidos o ideologias. Esto deja a AMLO todavia con la bandera de la izquierda, practicamente completa talvez exeptuando a uno que otro despistado.

4) Pues aqui se me ocurririan muchas cosas mas pero por el momento lo voy a dejar en 3, talvez los demas puntos salgan despues en otro post.
Sorprende Murillo Karam a panistas al anunciar que el PRI no votará una “privatización simulada”

El tricolor presentará antes del 15 de julio “iniciativas alternas”

Aboga Adrián Lajous por la intervención de corporaciones extranjeras; el STPRM se ha apropiado de la renta petrolera, dice

Andrea Becerril y Víctor Ballinas

En medio del debate, cuando los defensores de la reforma de Felipe Calderón no lograban rebatir los argumentos de técnicos y especialistas en el sentido de que no es conveniente ni necesario ir en estos momentos a la explotación en aguas profundas, el senador Jesús Murillo Karam dejó claro que su partido “no votará” una “privatización simulada” de Petróleos Mexicanos (Pemex).

El también secretario general del Partido Revolucionario Institucional anunció que, antes del 15 de julio, el PRI presentará “una o dos iniciativas alternas” a la del Ejecutivo, una contrapropuesta que deja fuera la inversión privada en refinación, almacenamiento y transporte.

A propuesta de la Comisión de Energía, se recortó ayer la discusión, que sólo se dio entre los ponentes. Los legisladores fijaron posturas sin poder intercambiar puntos de vista con los participantes. Ese espacio lo aprovechó Murillo Karam para advertir que el PRI no avalará “simulaciones jurídicas”.

Los panistas se asombraron cuando el senador priísta informó del acuerdo entre la dirigencia nacional del tricolor y sus grupos parlamentarios para no votar en favor de refinerías con capital privado ni permitir que los ductos y almacenamiento se conviertan en monopolios y tampoco aceptar contratos “que no estén perfectamente bien definidos”.

Fue un no rotundo del PRI a las principales propuestas de Calderón, que se sumó a la opinión de la mayoría de los especialistas en materia petrolera que ayer, durante el séptimo foro de discusión, expusieron los riesgos e inconvenientes de explotar aguas profundas en el Golfo de México.

De hecho, de los ocho participantes sólo el director de Pemex Exploración y Producción, Carlos Morales Gil; el asesor de trasnacionales Gustavo Bonilla; el académico Ricardo Padilla y el ayer muy cuestionado Adrián Lajous defendieron abiertamente ir en busca de petróleo a aguas profundas, aunque no rebatieron los señalamientos de los ingenieros petroleros Ricardo Prian Caletti, María Fernanda Campa y Eduardo Beltrán.

Lajous, director de Pemex en el sexenio de Ernesto Zedillo y representante ahora de la trasnacional Schlumberger –cargo que no desmintió–, abogó por las corporaciones extranjeras y dio su apoyo “profesional, técnico y crítico” a los contratos de servicios incentivados propuestos en las iniciativas de Calderón, aunque resaltó que es “preferible” hacer reformas constitucionales a fin de permitir el capital privado en la refinación de petróleo.

Se lanzó luego contra el sindicato petrolero ya que, dijo, “ha logrado apropiarse, directamente, de la renta petrolera a través de remuneraciones y prestaciones generosas y altos niveles de sobrempleo”. Lajous agregó que el organismo gremial “ha logrado imponer prácticas laborales que afectan la eficiencia operativa de la empresa”.

Ahora en su papel de funcionario de una trasnacional, llamó a establecer un programa de exploración y explotación en aguas profundas y superprofundas, que vincule “a las empresas petroleras internacionales con el dueño del subsuelo”. Es insuficiente, sostuvo, “aludir a la necesidad de establecer algún tipo de asociación con posibles inversionistas o proponer vagas alianzas estratégicas”. Se requiere, recalcó, precisar la manera “como se compartirán riesgos y beneficios, expresándolo en términos y condiciones contractuales”.

Ese discurso corroboró lo expresado antes por la doctora en Geología María Fernanda Campa, quien sostuvo que la urgencia para perforar en aguas profundas, es de quienes quieren tener bajo su dominio directo la perforación, producción y distribución de los hidrocarburos.

Sin embargo, el ingeniero Ricardo Prian Caletti recalcó que no es recomendable la explotación en aguas profundas, ya que es “inmadura, de alto riesgo y sumamente costosa”; no hay reservas ahí, recalcó, y todo obedece a que las trasnacionales que operan en el Mar del Norte y están por terminar la explotación de sus yacimientos “requieren urgentemente ocupar sus equipos y personal en otros países que quieran compartir su riqueza petrolera, aun en riesgo de ser saqueados”.

Incluso, el ingeniero Eduardo Berrueto Zenteno, ex trabajador de Pemex, no se manifestó directamente en contra de la iniciativa, pero advirtió que los pozos perforados en aguas profundas “son de baja productividad y escasa reserva probada”.

El representante gubernamental en el foro, el director de Pemex Exploración y Producción, Carlos Morales Gil, se limitó a rechazar los cuestionamientos. No es una iniciativa privatizadora, no hay contratos de riesgo ni concesiones, insistió, y más que dar argumentos técnicos para probar sus dichos se dedicó a descalificar la consulta nacional sobre las iniciativas de Calderón, propuesta por actores políticos y el ex ministro Juventino Castro.

“Si tenemos un Congreso plural, que fue electo democráticamente, ¿por qué habría necesidad de consultar a nadie?”, preguntó el funcionario de Pemex. El ingeniero José Eduardo Beltrán, académico de la UNAM y ex diputado federal, que había propuesto también la consulta, deploró la falta de argumentos de fondo en la defensa gubernamental. “Le pueden llamar como sea, pero es una privatización si van a licitar con trasnacionales, como en la época de Porfirio Díaz”, dijo.

También la doctora Campa, hija del legendario dirigente ferrocarrilero Valentín Campa, reivindicó la consulta como medio de legitimar una reforma de tal magnitud. El presidente de la Comisión de Energía, Francisco Labastida, trató de callarla porque, dijo, ya se le había acabado el tiempo, pero ella no se lo permitió. “Tres segundos, déjame terminar; a Adrián Lajous le tocó el número siete y lo pasaste al ocho”.

Labastida no respondió a la clara alusión sobre sus maniobras para colocar al final de la discusión a Lajous, a fin de que pudiera responder a los cuestionamientos. El priísta llamó a una conferencia de prensa conjunta con Murillo Karam, para hablar de las iniciativas que presentará el PRI, y al salir del recinto de Xicoténcatl se escondió en un local comercial de Donceles para evitar los insultos que sí se llevó el senador del Verde Ecologista Arturo Escobar.

Como lo ha hecho en los últimos foros, Escobar defendió la reforma de Pemex y ayer un grupo de personas le gritó: “¡Vende patria!, ¡vendido!”.

lunes, junio 02, 2008

Doce meses de vía crucis de familiares de los 38 petroleros desaparecidos

Tomado de La Jornada.

Los líderes y trabajadores fueron levantados en el municipio neoleonés de Cadereyta

Por medio de la senadora Rosario Ibarra el gobernador González Parás accedió a escucharlos

“Nos mandó con el procurador, éste con el jefe de la policía y así nos trajeron. No saben nada”

Blanche Petrich

El caso de los 38 líderes y trabajadores petroleros desaparecidos en mayo de 2007, en Cadereyta, Nuevo León, finalmente alcanzó a inquietar al gobernador Natividad González Parás cuando la senadora Rosario Ibarra de Piedra se presentó en el palacio de gobierno, en Monterrey, acompañando a los familiares de las víctimas. Esto ocurrió el pasado 17 de mayo, al cumplirse un año de los secuestros.

Cuenta Salomón Vega Zamarripa, hermano de dos de los desaparecidos, David e Hilario, este último secretario general de la sección 49 del sindicato petrolero: “Sólo porque íbamos con la senadora el gobernador González Parás nos hizo pasar. Le preguntamos qué estaba haciendo el gobierno para localizar a nuestros familiares y como respuesta mandó llamar al procurador de Justicia, Luis Carlos Treviño. Éste, a su vez, nos mandó con el jefe de la policía estatal, Héctor Santos, quien nos mandó con el director de la Oficina Antisecuestros de la entidad, Eduardo Sánchez, y él nos prometió que iba a investigar. Empezó por pedirnos los números de los expedientes, las placas de los vehículos en los que se perpetraron los levantones, los números de los celulares de nuestros familiares”.

–¿A un año de los secuestros, las autoridades no tenían siquiera esos datos?

–Pues no. Nosotros hemos investigado más que ellos –expresa Salomón Vega.

Luego de revisar los datos, el comandante Sánchez les comunicó: “Esto no parece secuestro, porque nadie pidió nunca rescate”.

–¿Entonces qué fue?

–Pues no nos dijo. Nadie nos dice nada –dice Salomón Vega.

Son 10 hermanos Vega Zamarripa. Todos trabajan en Petróleos Mexicanos (Pemex). Su bisabuelo, su abuelo y su padre fueron petroleros. Hilario Vega cumplía su tercer periodo como secretario general de la sección 49 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, y a decir de su hermano “era muy allegado, muy leal” a Carlos Romero Deschamps, el caudillo del poderoso gremio. Todos, “como es costumbre entre los petroleros, nos cargamos más al Partido Revolucionario Institucional; nunca tuvimos problemas por ser disidentes o por cosas políticas. Es más, Hilario hasta fue diputado federal suplente”.

Salomón Vega se refiere al líder petrolero como “don Carlos”. Pero lo cierto es que, con todo su poder de presión, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) no ha hecho un solo pronunciamiento público en torno a la escandalosa desaparición de cerca de 38 de sus agremiados entre dirigentes, empleados y jubilados, en el lapso de un año. A lo más que ha llegado Romero Deschamps es a “encargarle mucho” el asunto al gobernador de Nuevo León.

En cambio, fue nombrado sin mayor dificultad un sustituto de Vega, José Izaguirre, dirigente que tiene abierto un expediente judicial por la venta de plazas. “La mera verdad, ni don Carlos ni Izaguirre han movido un dedo.”

No es el único silencio inexplicable. Cuando finalmente lograron una cita con el alcalde de Cadereyta, el panista Edelmiro Cantú, éste dijo a los familiares que “no estaba enterado” de que el número de levantados en su municipio ascendiera a 38. Los llevó con el senador federal Fernando Elizondo, también panista. Más promesas de ayuda, pero hace una semana, cuando buscaron nuevamente a Cantú, su respuesta fue: “Voy a ver en qué va el asunto”.

Salomón dice: “Nuestro miedo es que sea algo político y puedan desaparecer las pruebas”.

–¿Qué cosa política?

–Desconozco.

El único lazo que podría relacionar estas desapariciones con un acto de represión política es la cadena de atentados explosivos del Ejército Popular Revolucionario (EPR), en julio del año pasado, dos meses después de los levantones. Pero las desapariciones ocurrieron antes, no después. Además, la carga en los ductos de Pemex de Cadereyta fue la única que no llegó a activarse.

En ese contexto, el 16 de mayo del año pasado la sección 49 del STPRM realizó su asamblea de revisión contractual. Algo de rutina. Al final hubo un convivio y a la salida, ya de noche, ante la mirada de muchos agremiados, varios hombres con armas largas, uniformes negros sin insignias, granadas al cinto y chalecos antibalas, abordaron a cuatro de ellos, los esposaron, y los subieron a camionetas; nunca más aparecieron. Sus nombres: Víctor Manuel Mendoza, Jorge Alejandro Hernández Faz, David Sánchez Torres y Félix Sánchez Torres.

Esa misma noche, otros comandos llegaron en varios vehículos a casa de David Vega, hermano del dirigente. Cerraron la calle y entraron a la vivienda. La policía municipal esperó media hora después de la partida de los comandos para llegar al lugar de los hechos. Al día siguiente, 17 de mayo, Hilario Vega recibió una llamada desde el celular de David. Eran los secuestradores. Con palabras altisonantes le dijeron que se entregara para negociar o, de lo contrario, le mandarían la cabeza de su hermano. Hilario fue solo al lugar de la cita. También se lo llevaron.

Tres días después, el 20 de mayo, fueron levantados el ex alcalde de Cadereyta José Luis Lozano, un regidor y otro jubilado del sindicato petrolero. Las familias no dieron aviso inmediato a las autoridades porque pensaban que era un secuestro común, y que las llamarían para pedirles el rescate. Pero el 4 de julio leyeron en la prensa –el diario El Mañana, de Reynosa– que el Ejército había “reventado” una casa donde mantenían secuestradas a varias personas y que las había rescatado en esa ciudad. Se publicaron los nombres de los petroleros y del ex alcalde neoleonenses, supuestamente rescatados. Pero éstos nunca fueron presentados.

Días después, la prensa dio cuenta de otro tiroteo en Los Ramones, municipio cercano a Cadereyta, donde fue capturado un presunto secuestrador apodado Chucky, quien dijo que ahí tenían a los hermanos Vega Zamarripa y al ex alcalde, y que el Ejército los había trasladado a Reynosa. Pero las autoridades militares lo negaron. La familia de Lozano buscó al senador Elizondo para que intercediera ante el alto mando militar. “Que buscaran en otro lado, que ellos no los tenían ahí y no sabían nada”, les dijeron.

A partir de ahí, la familia Vegapresentó denuncias ante la procuraduría estatal, la federal y Derechos Humanos en Cadereyta, Monterrey, Reynosa, Ciudad Madero y el DF. En Nuevo León se apaga el escándalo. En 2007 hubo en ese estado más de cien levantones, la mayoría en Cadereyta.